México es el país de América Latina con más actividad comercial en este hemisferio norte, solo superado por Estados Unidos. Sin embargo, somos también la nación con relación per-cápita de habla hispana en este continente que cuenta con la menor participación de Empresas Certificadas. Vecinos de la región como República Dominicana, Colombia o Guatemala se sitúan a la vanguardia en este tema.
Ahora bien, ¿por qué es importante para la actividad comercial que las empresas mexicanas adquieran el certificado de Operador Económico Autorizado (OEA)? Primeramente, debemos aclarar que contar con esta clasificación es un mandato de la Organización Mundial de Aduanas (OMA). Segundo, esta acreditación global es una prueba del cumplimiento de ciertas medidas relacionadas con la seguridad y buenas prácticas en la cadena de suministro internacional de mercancías. De ahí que los operadores económicos que obtengan el OEA se consideran socios fiables.
Por tanto, si no nos certificamos OEA sucede que el acceso a mercados mundiales de nuestros exportadores mexicanos se encuentra sujeto a inspecciones mayores por no tener Certificado Empresa-País de Confiabilidad, al ingresar a través de las aduanas de cada país de entrada. Este proceso, por consiguiente, agrava los costos de exportadores, así como los tiempos de despacho en cada puerto.
Nuestro gobierno ha practicado una política interna de amedrentar a los empresarios basada principalmente en el riesgo de estatización de las empresas, la cual ha provocado que lejos de trabajar para crear alianzas promotoras de exportación en conjunto con iniciativas privadas mexicanas, este último sector busque cuidarse de las autoridades para evitar la sanción, que lo mismo se aplica a importadores que a exportadores.
El informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) del 2018 expone que en 2016 la gran mayoría de países de la región registraron caídas en las entradas de Inversión Extranjera Directa (IED). Según los datos del propio documento, en México, la segunda mayor economía de Latinoamérica, la inversión extranjera disminuyó un 8.8% en 2017, año especialmente complicado por la retórica proteccionista de Donald Trump.
Por otra parte, la Secretaría de Economía señala que, durante el tercer trimestre del 2018, la llegada de capitales extranjeros a México cayó 28% comparada con julio-septiembre del año previo. La nación azteca recibió en este período US$4.135 millones, lo cual se traduce en US$1.581 millones menos que en el tercer trimestre del 2017, cuando alcanzó US$5.716 millones.
Por otro lado, no solo nos enfrentamos a esta situación, sino que desde el ámbito de la educación se crea una oportunidad para cursos que a vista de extranjeros son ridículos, caros por su poco valor y contenido y, en mi opinión, tienden a manejarnos en un bajo nivel.
En este sentido, seguimos atrasados brindando programas de capacitación de poca monta e instrucción como los que aparecen abajo. Sin denostar a nadie, se aprecia que tanto instructores como escuchas padecen el mismo problema de bajo nivel de preparación. No se percatan que en un país como México lo realmente importante radica en los temas vanguardistas.
Es por ello que debemos proponernos mejorar la calidad y el nivel de estos cursos, permear una cultura diferente que nos permita comprender el progreso de los mercados, más allá de nuestras regulaciones internas que tan ocupados nos mantienen en muchos casos. Países con menos recursos que México empiezan a llevar la delantera en este mundo donde el cumplimiento en los mercados internacionales es parte del valor agregado que debe incorporar cualquier producto o servicio.