Jing Qian es cofundador y director ejecutivo del Centro de Análisis de China del Instituto de Políticas de la Sociedad Asiática, y cofundador de Cure4Cancer y de la Bloomberg International Cancer Coalition. También se desempeñó como asesor principal de Kevin Rudd, ex primer ministro de Australia, durante casi una década. Su investigación se centra en la política de élite de China y su impacto en la política interna y externa, en particular las relaciones entre Estados Unidos y China.
En esta entrevista, Qian analiza los desafíos estructurales que limitan el crecimiento económico de China, examina el estado del comercio y la competencia tecnológica entre Estados Unidos y China e identifica áreas potenciales para la colaboración.
¿Qué debemos tener en cuenta en 2025 para determinar el rumbo de la segunda economía más grande del mundo?
La trayectoria económica de China en 2025 estará determinada por su capacidad para manejar el delicado equilibrio entre las reformas estructurales y las presiones económicas inmediatas. Los factores más urgentes que habrá que tener en cuenta serán las políticas económicas internas de Beijing, la confianza del sector privado, las estrategias fiscales y la ejecución de sus planes de reforma estructural a largo plazo.
El gobierno chino se enfrenta a una decisión crucial: ¿adoptará políticas significativas para apoyar a las empresas privadas y restablecer la confianza empresarial, o seguirán predominando los enfoques estatistas? La respuesta determinará si el país puede reactivar su ecosistema empresarial y fomentar la inversión.
Otra cuestión clave es cómo abordará Beijing la deuda de los gobiernos locales, una carga creciente que amenaza la estabilidad fiscal. Sin una reestructuración significativa, muchos gobiernos locales tendrán dificultades para sostener el gasto en infraestructura y los servicios sociales. Además, el alcance del estímulo fiscal que Beijing esté dispuesto a implementar –ya sea en forma de apoyo directo a los hogares o de un mayor gasto de los gobiernos locales– será crucial para determinar la fortaleza de la recuperación.
En el centro de estos esfuerzos se encuentra la confianza de los consumidores, que sigue siendo débil debido a la incertidumbre económica, el lento crecimiento de los salarios y un mercado inmobiliario en dificultades. La estabilización o la continuación del descenso de los precios de las viviendas determinará el comportamiento del gasto de los hogares, lo que influirá en el dinamismo económico en general.
Más allá de la estabilización a corto plazo, la dirección económica de China dependerá de cómo lleve adelante las decisiones de reforma estructural adoptadas en el tercer pleno. Los dirigentes se enfrentan a una elección entre adoptar políticas más pragmáticas y favorables al mercado que prioricen el crecimiento del lado de la demanda o redoblar los esfuerzos en favor de las estrategias impulsadas por el Estado y del lado de la oferta.
Ampliar la red de seguridad social –a través de medidas como la reforma de las pensiones, la inversión en atención médica y la expansión de los servicios públicos– podría ayudar a reconstruir la confianza de los consumidores y cambiar la economía de China hacia un modelo más impulsado por el consumo.En el frente del consumo, China podría recurrir cada vez más a estrategias económicas impulsadas por la cultura y el entretenimiento. El concepto de una “economía del primer lanzamiento”, que aprovecha los grandes eventos culturales y deportivos para impulsar el consumo interno, podría desempeñar un papel más importante. Desde conciertos mundiales como el de Taylor Swift hasta lanzamientos de videojuegos de gran éxito como Black Myth: Wukong , China podría intentar estimular el gasto a través de patrones de consumo impulsados por el entretenimiento.
Además, los mercados de capitales serán un área clave a tener en cuenta. Las políticas que atraigan “capital paciente”, como los fondos de pensiones y seguros, a las acciones nacionales podrían ayudar a contrarrestar las salidas de capital y estabilizar la inversión. El posicionamiento de Hong Kong como centro financiero conectado a los mercados globales también influirá en el sentimiento de los inversores.
En el frente industrial, la modernización tecnológica y el desarrollo de infraestructuras serán temas importantes. Iniciativas como “datos del este, computación del oeste”, que apunta a transferir la computación intensiva en datos al oeste de China para reducir la presión energética en el este, podrían reconfigurar significativamente la economía digital si se implementan de manera efectiva.
Mientras tanto, el impulso que sigue dando China al desarrollo de semiconductores y de inteligencia artificial (IA) a nivel nacional sigue siendo una prioridad central, aunque las restricciones estadounidenses a tecnologías críticas siguen planteando desafíos. Otro sector clave que habrá que vigilar será el de la biotecnología y la salud pública, en particular en un momento en que China se enfrenta al envejecimiento de su población y al aumento de las demandas de atención sanitaria. La forma en que Pekín aborde las reformas y las inversiones en estos sectores tendrá consecuencias a largo plazo para la resiliencia económica.
En el plano externo, las relaciones geopolíticas y comerciales serán fundamentales para configurar el panorama económico de China. Las tensiones entre Estados Unidos y China siguen siendo una preocupación central, con potencial de mayores aranceles, controles de las exportaciones y competencia estratégica en las industrias de alta tecnología.
Al mismo tiempo, la relación de China con la UE será crucial: ¿impondrán los países europeos más restricciones comerciales o podrá Beijing fortalecer los lazos económicos con partes de Europa para realinear los intereses estratégicos y mitigar las presiones externas?
La cuestión más amplia del realineamiento de la cadena de suministro global –en particular, cómo las corporaciones multinacionales (CMN) ajustan su exposición a China bajo la estrategia “China más uno”– tendrá un impacto significativo en el futuro de los sectores exportadores de China.
En 2025, también estaremos siguiendo de cerca cómo las EMN navegan por el cambiante panorama regulatorio y económico de China, ya que su tratamiento bajo la estrategia de “doble circulación” de Beijing en medio de crecientes tensiones geopolíticas servirá como barómetro del clima de negocios y los riesgos operativos de China.
En última instancia, la ejecución es más importante que la planificación. Si bien Beijing cuenta con un amplio conjunto de herramientas políticas, su eficacia depende de la capacidad del sistema burocrático para actuar con decisión y credibilidad. Para restablecer la confianza entre las empresas, los consumidores y los inversores se requiere una implementación de políticas coherente y predecible.
En términos generales, es necesario recalibrar las percepciones sobre la resiliencia y las vulnerabilidades de China. Muchos analistas occidentales tienden a sobrestimar las debilidades de China y a menudo predicen un colapso sistémico inminente, un resultado que sigue siendo poco probable.
Al mismo tiempo, China enfrenta importantes desafíos competitivos que también deben dimensionarse adecuadamente. En el Centro de Análisis de China, adoptamos un enfoque “de adentro hacia afuera”, tratando de brindar un análisis basado en evidencia, independiente y relevante para las políticas con un enfoque equilibrado, holístico y centrado en el ser humano.
En la actualidad, ¿cuáles son los desafíos más importantes, los internos o los externos? ¿Cuál es la prioridad más urgente que tiene el gobierno chino para sacar a la economía del atolladero? ¿Qué tan grande es su caja de herramientas?
Los desafíos económicos de China surgen de una combinación de problemas estructurales internos y presiones externas.
Si bien las limitaciones externas (como las restricciones comerciales impulsadas por Estados Unidos, los controles a las exportaciones de tecnología y la desaceleración económica mundial) son significativas, los obstáculos más acuciantes para China se encuentran en el interior. La débil demanda de los consumidores, una prolongada caída del mercado inmobiliario , la pérdida de confianza del sector privado y de los inversores extranjeros, el aumento de la deuda de los gobiernos locales y otros factores han estancado el impulso económico, y las respuestas políticas cautelosas y graduales de Beijing aún no han logrado restablecer por completo la confianza.
La prioridad más urgente es reconstruir la confianza y restablecerla, convenciendo a los consumidores, las empresas y los inversores de que el gobierno está comprometido a tomar medidas decisivas con una dirección clara orientada al mercado.
Para hacer frente a estos desafíos se necesitan más que pequeños ajustes de política: se requieren medidas audaces y claras. La reorientación de los incentivos para los funcionarios locales, la reestructuración de la deuda local, la ampliación del apoyo fiscal a los hogares, la mejora de las condiciones para las empresas privadas y los inversores internacionales y el fortalecimiento de la red de seguridad social podrían impulsar la confianza y el gasto.
En definitiva, si bien Beijing tiene a su disposición una serie de herramientas políticas, su eficacia depende menos de opciones técnicas y más de la voluntad de los dirigentes de actuar con decisión. Recuperar la confianza y restablecerla no es sólo una necesidad económica: es crucial para que la economía china pueda recuperar su equilibrio, con importantes consecuencias para la estabilidad social y política.
Los dirigentes chinos parecen estar volviendo a centrar su atención en el desarrollo económico. Aunque no están empleando un enfoque de “todo lo que sea necesario”, muchos se preguntan cuánto saben sobre la situación en el terreno. ¿Qué opina usted?
Los líderes reconocen a menudo las presiones macroeconómicas, pero se enfrentan a desafíos para adaptarse a condiciones locales que evolucionan rápidamente. La inercia burocrática, la limitada transparencia de los datos y los incentivos políticos a menudo filtran o distorsionan la retroalimentación crítica. Si bien los líderes no siempre tienen una comprensión precisa de las realidades sobre el terreno, los cambios recientes en las políticas (estímulo fiscal, ajustes en el sector inmobiliario y esfuerzos para restablecer la confianza empresarial) reflejan cierto reconocimiento de los vientos económicos en contra.
Sin embargo, el verdadero desafío hoy en día no es sólo la concienciación, sino la velocidad y la eficacia de la respuesta. La naturaleza cautelosa y gradual de los ajustes de política refleja una subestimación de los riesgos o limitaciones políticas que impiden una acción más audaz. La excesiva centralización del poder, con un énfasis creciente en la lealtad política por sobre la toma de decisiones independiente y el espíritu de experimentalismo local, frena aún más la adaptación.
El gobierno reconoce las presiones deflacionarias, la demanda débil, la confianza decreciente de los inversores y un sector privado limitado, pero continúa priorizando los sectores estratégicos –en particular la alta tecnología– por sobre un estímulo más amplio.
En última instancia, el desafío de Beijing no es sólo el grado de su conciencia, sino también sus reflejos burocráticos, que luchan por seguir el ritmo de una economía que está cambiando más rápido de lo que su modelo de gobernanza puede adaptarse, lo que aumenta los riesgos en el proceso.
En lo que respecta a la inercia y las burbujas de información, ¿en qué medida estos cuellos de botella obstaculizan la recuperación económica de China?
Presentan importantes desafíos estructurales. Los funcionarios, que a menudo priorizan la seguridad por sobre la franqueza, tienden a presentar una imagen desinformada a sus líderes, lo que retrasa capa por capa los ajustes de política necesarios y conduce a una gobernanza económica reactiva en lugar de proactiva.
Esto ha sido evidente en los abruptos cambios de política de China frente al Covid-19, las “tres líneas rojas” en el sector inmobiliario y las recientes medidas de estímulo fiscal, respuestas que a menudo llegan tarde y no están suficientemente calibradas.
Estos obstáculos son particularmente críticos porque impiden a Beijing diagnosticar y abordar los desafíos económicos con agilidad. Las medidas de estímulo demoradas y graduales no sólo reflejan cautela, sino también prioridades políticas contradictorias: equilibrar el crecimiento económico con preocupaciones de seguridad nacional y estabilidad social.
Persisten problemas estructurales clave –como la crisis inmobiliaria, la deuda de los gobiernos locales y la débil demanda de los consumidores–, exacerbados por ineficiencias burocráticas y una falta de incentivos efectivos para los funcionarios, lo que prolonga el estancamiento económico.
El sistema de promoción e incentivos para los funcionarios locales se ha vuelto cada vez más opaco. Al tener que hacer malabarismos con prioridades contrapuestas (desde la seguridad política hasta la gestión económica y la estabilidad social), y al mismo tiempo verse limitados por recursos fiscales, muchos tienen dificultades para discernir qué acciones serán recompensadas o les ayudarán a evitar riesgos.
La confianza del sector privado sigue siendo frágil, ya que las empresas y los inversores reciben señales contradictorias, y las garantías de los líderes a menudo no se traducen en cambios significativos en las políticas. La disminución del dinamismo empresarial y la competencia entre los gobiernos locales, que impulsaron el crecimiento de China en los años 1990 y principios de los años 2000, han obstaculizado aún más la adaptabilidad. Sin embargo, el desarrollo de alta tecnología ha prosperado bajo el impulso estratégico de los líderes, lo que demuestra que ciertos sectores aún pueden beneficiarse de la dirección de arriba hacia abajo.
El desafío radica en la capacidad del sistema para adaptarse a una economía en rápida evolución y, al mismo tiempo, mantener una calidad de gobernanza que garantice la estabilidad social y política a largo plazo, hoy profundamente entrelazada con la resiliencia económica.
¿Cómo ve China la relación entre las reformas económicas a largo plazo y el estímulo a corto plazo ?
Beijing a menudo considera las reformas económicas a largo plazo como la base del crecimiento sostenible y el estímulo a corto plazo como una herramienta necesaria pero limitada para mantener la estabilidad.
Los líderes priorizan la transformación estructural reduciendo la dependencia de los bienes raíces y la infraestructura y orientando la economía hacia las industrias de alta tecnología, el consumo interno y la autosuficiencia en sectores críticos. Si bien el estímulo se utiliza ocasionalmente para prevenir la inestabilidad financiera o amortiguar las recesiones, no es el principal motor del crecimiento.
Se prefiere la aplicación de reformas graduales y controladas en lugar de intervenciones de corto plazo que podrían crear dependencias o socavar los objetivos de largo plazo. Sin embargo, si las condiciones económicas se deterioran significativamente, Pekín podría tener que recurrir más de lo deseado al estímulo.
El desafío clave es mantener la credibilidad de las políticas: equilibrar la estabilización de corto plazo con reformas estructurales para lograr una resiliencia de largo plazo, en última instancia vinculadas a la reconstrucción y el restablecimiento de la confianza.
Ahora que Donald Trump regresa a la Casa Blanca y podría comenzar una nueva guerra comercial entre China y Estados Unidos, ¿hacia dónde cree que se dirigen las relaciones bilaterales?
A principios de febrero, Trump impuso un arancel del 10 por ciento a las importaciones chinas y anunció planes para revocar la exención fiscal de minimis [para entregas de paquetes pequeños], aunque la implementación de esta última se ha pospuesto.
Se siguen considerando medidas más extremas, como aranceles del 60 por ciento y la revocación del estatus permanente de relaciones comerciales normales de China, pero requieren la aprobación del Congreso.
A pesar de las tensiones, ha habido señales de compromiso. Una llamada previa a la investidura entre Trump y Xi Jinping, conversaciones sobre una posible visita de Estado del presidente estadounidense y la asistencia del vicepresidente chino Han Zheng a la investidura de Trump son indicios de una voluntad de negociar.
Pekín ha respondido a los aranceles con contramedidas cautelosas: ha impuesto aranceles a los productos energéticos e industriales estadounidenses, ha iniciado una investigación antimonopolio sobre Google, ha restringido las exportaciones de minerales críticos y ha presentado una queja ante la Organización Mundial del Comercio. El mensaje es claro: China no dará marcha atrás y tomará represalias si es necesario.Hasta ahora, las prioridades de Trump en China parecen centrarse en los aranceles y el fentanilo. China podría aumentar las compras de productos estadounidenses, como se vio en el acuerdo comercial de fase uno de 200 mil millones de dólares , aunque las restricciones tecnológicas podrían limitar ciertos sectores. Otra opción es restringir las exportaciones a Estados Unidos, pero esta estrategia implica compensaciones más amplias.
Otra opción sería que China invirtiera en el sector manufacturero estadounidense, siguiendo el ejemplo de Japón, pero la resistencia política de Estados Unidos, que incluye restricciones a la compra de tierras y revisiones del Comité de Inversión Extranjera, lo hace muy difícil. Si bien Trump presiona para lograr un reequilibrio comercial, su éxito depende de las realidades económicas y las limitaciones políticas de ambas partes.
Más allá del comercio, la guerra tecnológica sigue siendo un rasgo definitorio de la competencia entre Estados Unidos y China, en particular en el sector de los semiconductores. Estados Unidos tiene la intención de mantener su ventaja tecnológica restringiendo el acceso de China a equipos avanzados de fabricación de semiconductores y chips de inteligencia artificial (IA), mientras que Pekín está invirtiendo fuertemente en su industria nacional de semiconductores para lograr la autosuficiencia. Esto ha acelerado la fragmentación de las cadenas globales de suministro de tecnología, y ambas naciones están impulsando sus respectivos ecosistemas hacia aliados y mercados emergentes.
Un campo de batalla clave en la guerra tecnológica entre Estados Unidos y China es el Sur Global, donde ambas potencias compiten por dar forma a la infraestructura digital de las economías en desarrollo. China está aprovechando su dominio de la industria y su respaldo financiero para ofrecer soluciones alternativas en materia de semiconductores e inteligencia artificial, mientras que Washington está reuniendo aliados para reforzar un ecosistema tecnológico liderado por Estados Unidos y Occidente. Esta creciente divergencia en las cadenas de suministro y los estándares tecnológicos corre el riesgo de aumentar los costos para las empresas globales y frenar la innovación debido a la menor colaboración transfronteriza.
El Sudeste Asiático está surgiendo como un beneficiario inesperado de esta rivalidad. Países como Indonesia, Malasia y Vietnam están expandiendo rápidamente la capacidad de fabricación de semiconductores y de centros de datos, atrayendo importantes inversiones de gigantes tecnológicos chinos y estadounidenses. A medida que se intensifica la competencia, estas naciones se están posicionando como centros clave en la economía digital en evolución, beneficiándose de ambas partes y manteniendo al mismo tiempo la flexibilidad estratégica.
¿Qué significa el auge de DeepSeek para la guerra tecnológica entre Estados Unidos y China?
El ascenso de DeepSeek, una importante empresa china de inteligencia artificial, señala el inicio de una nueva fase en la rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China, que debe dimensionarse adecuadamente. Su modelo de código abierto y su capacitación rentable alteran el desarrollo tradicional de la inteligencia artificial, haciendo que el rendimiento avanzado sea más accesible. Si bien esta democratización de la inteligencia artificial podría ser un cambio positivo, también plantea desafíos para las empresas tecnológicas estadounidenses, que podrían afectar su valoración de mercado y sus perspectivas financieras.
Además, el éxito de DeepSeek podría intensificar las preocupaciones de seguridad nacional de Estados Unidos, lo que llevaría a más controles de exportación relacionados con la IA, en particular en lo que respecta a chips de inferencia y herramientas de software de IA. Esto podría impulsar a las empresas chinas a desarrollar un ecosistema de IA totalmente independiente, reduciendo la dependencia de Estados Unidos en su conjunto. Si los gigantes tecnológicos chinos como Alibaba, Huawei Technologies y Tencent alinean su infraestructura con los avances de DeepSeek, podrían debilitar el dominio de los ecosistemas de IA liderados por Estados Unidos y desafiar el monopolio actual de Nvidia.
Las políticas industriales estatales de China –en particular en el marco de la iniciativa “Hecho en China 2025”– han impulsado la competitividad global en sectores como los vehículos eléctricos, las baterías, los paneles solares, las redes inteligentes y la fabricación avanzada. Sin embargo, los semiconductores de alta gama y la industria aeroespacial siguen siendo puntos débiles clave.
Si bien la inversión dirigida por el Estado ha ayudado a reducir la brecha tecnológica y generar resiliencia frente a las sanciones estadounidenses, también crea ineficiencias crónicas, entre ellas sobreinversión, duplicación y una dependencia excesiva de las empresas estatales que sofoca la innovación del sector privado.
Para que China pueda mantener su ascenso tecnológico, debe lograr un delicado equilibrio: aprovechar el apoyo estatal y crear al mismo tiempo más espacio para la empresa privada. Un modelo económico híbrido que combine la inversión impulsada por el Estado con incentivos impulsados por el mercado podría ser la clave para el crecimiento a largo plazo. Sin embargo, esta sigue siendo una pregunta abierta, ya que las restricciones políticas y los compromisos ideológicos con el control económico centralizado siguen dando forma al enfoque de Beijing.
De cara al futuro, es poco probable que la guerra comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China termine por estallar por completo, sino que continuará como una competencia estructural prolongada. La estrategia arancelaria de Trump parece diseñada para crear una ventaja negociadora, en lugar de desencadenar una ruptura económica total. Pekín, por su parte, está respondiendo estratégicamente, evitando una escalada excesiva y ejerciendo presión mediante contramedidas específicas.
Sin embargo, es probable que la guerra tecnológica sea más atrincherada, y que los semiconductores, la inteligencia artificial y la infraestructura digital sigan siendo los principales campos de batalla. La pregunta es si China puede sustituir eficazmente a la tecnología occidental, en particular en la fabricación avanzada de semiconductores y los ecosistemas de inteligencia artificial. Si China desarrolla con éxito una pila tecnológica autosuficiente, podría alterar fundamentalmente el panorama tecnológico mundial y acelerar la bifurcación de los ecosistemas digitales.
En última instancia, la próxima fase de las relaciones económicas entre Estados Unidos y China estará determinada por una mezcla fluida de confrontación, competencia y negociación periódica, que oscilará entre el pragmatismo económico y la profundización de las rivalidades ideológicas y estratégicas, que seguirán impulsando la fragmentación global.
Otro factor emergente que hay que tener en cuenta es el papel de la próxima generación. Una lección que se desprende del ascenso de DeepSeek es la creciente influencia de los jóvenes innovadores, emprendedores y personas influyentes en la configuración del futuro de las relaciones entre Estados Unidos y China.
Sus contribuciones –ya sea en tecnología, negocios o diplomacia– merecen un mayor reconocimiento, ya que desempeñarán un papel fundamental a la hora de superar las brechas, impulsar la innovación y definir el futuro del compromiso bilateral.
¿Cree que todavía existen áreas en las que China y Estados Unidos pueden cooperar bajo la segunda administración de Trump?
Así como “Make America Great Again” no es una idea singular sino un vehículo para múltiples aspiraciones, a veces contradictorias –reactivación económica, nostalgia cultural, afirmación nacionalista y desafío al establishment–, Trump también encarna diferentes personajes según la audiencia, el momento y sus necesidades estratégicas.Está el Trump negociador, el Trump showman, el Trump populista, el Trump disruptivo, el Trump vendedor y el Trump “pacificador” – deseoso de ganar un Premio Nobel de la Paz . Como alguien me dijo una vez en privado, el segundo mandato de Trump podría desarrollarse como un reality show, con una trama principal: Trump sigue ganando.
Creo que este deseo es fundamental para el enfoque de Trump, que crea espacio para la acción estratégica: una oportunidad para dar forma a la política y a la relación entre Estados Unidos y China de maneras que se alineen con los intereses de ambas naciones y de ambos líderes.
Y esto también significa que la gente acude a Trump por diferentes motivos. El “sistema Trump” está fragmentado, compuesto de facciones impulsadas por prioridades distintas, a veces contradictorias. Esta fragmentación crea tanto volatilidad como oportunidades: en un sistema donde no domina una ideología única, pueden maniobrar diferentes intereses, se pueden lograr acuerdos que trasciendan líneas inesperadas y las políticas pueden avanzar mediante el pragmatismo transaccional.
Esta dinámica presenta tanto posibilidades como imperativos para las relaciones entre Estados Unidos y China. Para citar al propio Trump de una conversación telefónica anterior con Xi:
“Espero que resolvamos muchos problemas juntos”.
“El presidente Xi y yo haremos todo lo posible para que el mundo sea un lugar más pacífico y seguro”.
A pesar de la profunda competencia estructural, hay áreas claras en las que Xi y Trump podrían encontrar puntos en común.
Un área en la que ambos países deben hacer todo lo posible para trabajar juntos es evitar la guerra y mantener la paz. Xi está comprometido a inyectar más energía positiva a la paz y la estabilidad mundiales, mientras que para Trump, el principio de “paz a través de la fuerza” desempeñará un papel cada vez más central en su doctrina sobre China.
Esperamos ver una mayor colaboración entre Estados Unidos y China en el mantenimiento de la paz en Medio Oriente, Europa y otras regiones en 2025 y más allá.
Y hay una cuestión más en la que ambos deben intentar todo lo posible trabajar juntos: colaborar para abordar las crisis de salud pública mundial, desde futuras pandemias hasta el cáncer.
La historia ha demostrado repetidamente que la colaboración entre Estados Unidos y China salva vidas.
En 2014, sus esfuerzos conjuntos ayudaron a contener el ébola, limitando las muertes a aproximadamente 11.000. Estados Unidos desplegó 3.000 tropas y asistencia médica, mientras que China proporcionó laboratorios móviles y personal médico, lo que garantizó que el brote se limitara en gran medida a África occidental.
En cambio, el colapso de la cooperación durante la COVID-19 (reemplazado por culpas, desinformación y rivalidad geopolítica) provocó más de siete millones de muertes y alteró vidas en todo el mundo.
La lección es clara: cuando las dos mayores potencias del mundo trabajan juntas, las pandemias se pueden contener. Cuando no es así, todos pierden: vidas, libertades y más.
Y aquí está la dura verdad: vendrá otra pandemia. No es cuestión de si ocurrirá, sino de cuándo. La pregunta es: ¿estaremos preparados?
Si las crisis de salud pública requieren colaboración, el cáncer es el enemigo definitivo. Es más mortal que el COVID-19: se cobra 10 millones de vidas al año, incluidas 3,2 millones en China y 600.000 en Estados Unidos, que juntas representan casi el 40% de las muertes por cáncer en el mundo.
Estados Unidos es líder en biotecnología y experiencia regulatoria, con iniciativas como el Proyecto Orbis que armoniza los ensayos clínicos internacionales, mientras que China ofrece la mayor población de pacientes, vastos recursos de datos y una sólida infraestructura de ensayos clínicos.
Dadas sus fortalezas complementarias y la carga compartida, es natural que las dos mayores víctimas del cáncer en el mundo colaboren. Según un estudio de Bloomberg que codirigí, ampliar el acceso a los ensayos clínicos del 5% al 15-25% podría salvar entre 1 y 2 millones de vidas al año, lo que beneficiaría a los pacientes de todo el mundo.
Así como Estados Unidos y la Unión Soviética unieron sus fuerzas para erradicar la viruela en el apogeo de la Guerra Fría, Estados Unidos y China pueden –y deben– trabajar juntos para combatir el cáncer en beneficio de la humanidad.