Por: Dr. Rogelio González.
El libre flujo de ideas, personas, bienes, servicios y capital a través de las fronteras nacionales conduce a una mayor integración económica. Pero la globalización, la tendencia a que estas cosas se muevan cada vez más libremente entre las naciones, ha experimentado altas y bajas a lo largo de las décadas.
Hace aproximadamente 4000 años atrás, el mundo fue comercialmente dominado por antiguas civilizaciones de Asia Oriental y Medio Oriente, principalmente asentadas en China, India, Egipto y Mesopotamia. Eran proveedores de textiles, y grandes pensadores; la primera globalización: La Ruta de la Seda.
A finales del siglo XIX la industrialización, el transporte y la paz mundial contribuyeron a reducir los costos de movilizar mercaderías, lo cual alimentó el ciclo comercial dando paso a la nueva globalización.
La era de entreguerras vio una reversión dramática de la globalización debido a los conflictos internacionales y al aumento del proteccionismo.
La innovación humana y el progreso tecnológico dieron paso a la integración económica mundial a través de los flujos de mercancías transfronterizas, que alrededor del año 1990 se unen con la informática y las telecomunicaciones para dar un salto cuántico, logrando reducir aún más el costo de mover ideas e información. Es en este periodo “La Gran Divergencia”, cuando las grandes naciones logran en menos de 200 años crecer su poder económico, político y militar.
Sin embargo, durante los últimos 30 años, la liberalización económica, aunado a la asertividad de naciones como China, Corea del Sur, Singapur, Taiwán, Polonia y Tailandia; logran, a través de tratados comerciales, apertura económica y asociaciones estratégicas colocarse en el primer plano de productividad, y así dar paso a “La Gran Convergencia”.
“La Gran Convergencia” provoca un sentimiento de “Antiglobalización” en los países desarrollados, pues las naciones consideradas “emergentes” hoy desplazan en poder económico, político y militar a los países del G7, borrando cerca de 200 años de duro esfuerzo.
La “ralentización” que siguió a la crisis financiera mundial se ha caracterizado por una desaceleración prolongada en el ritmo de la reforma comercial y el debilitamiento del apoyo político al comercio abierto en medio de crecientes tensiones geopolíticas.