Reglas estables y sincronización de ciclos económicos han derivado en una peculiar subcontratación de la política industrial verde del gobierno de México al de Estados Unidos.
Por: Aldo Flores-Quiroga
“Ahora tienen 10 años de zanahorias IRA que pueden llevarse al banco. Eso es certidumbre”.
La secretaria de energía de los Estados Unidos, Jennifer Granholm, resumió así el miércoles de la semana pasada ante una audiencia de 7,000 ejecutivos y expertos en energía reunidos en Houston el significado del paquete de incentivos para la industria energética y automotriz incluidos en el Inflation Reduction Act, o Ley para la Reducción de la Inflación, aprobado el verano pasado por el congreso de su país a propuesta del presidente Joe Biden.
En lugar de castigar a palazos impositivos a quienes contaminan quemando combustibles fósiles, esas zanahorias significan cerca de 370 mil millones de dólares en deducciones fiscales y otros estímulos a quienes inviertan en proyectos para generar electricidad con energías limpias, producir hidrógeno, capturar carbono, ahorrar energía, fabricar baterías o ensamblar automóviles eléctricos, entre otros.
El programa pretende así contribuir con un objetivo triple: reducir la dependencia de la economía norteamericana del petróleo, reducir su dependencia de las importaciones de componentes y equipos provenientes China y reducir emisiones de carbono. Es decir, diversificar la mezcla de fuentes de energía para fortalecer la seguridad energética, recuperar o mantener el liderazgo en la competencia geoeconómica y geopolítica con China y cumplir con los compromisos del Acuerdo de París. Se trata de un esfuerzo sin precedente para promover el crecimiento del PIB norteamericano con base en una economía verde.
Una semana antes el secretario de Hacienda de México, Rogelio Ramírez de la O, brindó otro tipo de certidumbre: “No les hicimos perder el tiempo [a los directivos de Tesla] pensando que podíamos igualar lo que tiene la Ley de Reducción de Inflación en Estados Unidos.”
Los directivos de Tesla, explicó durante una conferencia de prensa en la 31 Reunión Plenaria de Consejos Consultivos de Banamex, habían pedido zanahorias similares a las ofrecidas por el gobierno estadounidense como condición para instalar una fábrica de baterías sugerida por el gobierno mexicano, pero se mostraron conformes con los incentivos fiscales ya existentes para las plantas exportadoras de automóviles.
No solo es un asunto de presupuesto público, costos de transporte bajos y mano de obra barata. El secretario explicó que la devolución del IVA por el costo de los componentes producidos en México y el acceso al mercado estadounidense libre de aranceles había bastado en el cálculo de rentabilidad original de Tesla. En un par de años la empresa estará exportando automóviles eléctricos desde Monterrey.
Si el don de la premonición fuera accesible, el secretario pudo haber parafraseado por adelantado a la secretaria Granholm, puntualizando a los directivos de Tesla y las demás empresas automotrices ubicadas en México: “Ahora tienen diez años de zanahorias IRA y seis de zanahorias TMEC que pueden llevarse al banco. Eso es certidumbre.” O bien, rematando más en el estilo de casa, “tengan su certidumbre”.
Como fuere, es notable el grado en que el atractivo de invertir en México depende del papel de Estados Unidos. Cuando firmó el TLCAN y luego el TMEC, el gobierno mexicano se comprometió con Estados Unidos (y Canadá) a respetarlo. A pesar del cambio de partidos en el poder -PRI, PAN, PRI, Morena-, en los últimos 30 años las reglas de comercio e inversión han sido quizá las más estables en la historia del país. Firmar un documento con Estados Unidos elevó la credibilidad de la política comercial mexicana.
Bajo este marco, desde hace 20 años la producción manufacturera mexicana crece al ritmo de la estadounidense. Cuando el gobierno norteamericano aumenta el gasto público para estimular la producción y el consumo en su país, beneficia sin proponérselo a las empresas que exportan desde México. Los ingresos de los trabajadores ligados al sector exportación mejoran y las oportunidades para integrar cadenas de valor internas aumentan, aun cuando se aprovechen de manera inconsistente.
Reglas estables y sincronización de ciclos económicos han derivado en una peculiar subcontratación de la política industrial verde del gobierno de México al de Estados Unidos. Con todo y el énfasis en la soberanía, el gobierno mexicano puede rehusarse a ofrecer zanahorias para elevar la producción de las industrias de la sustentabilidad -uno de los ejes de la economía del futuro- porque vienen 10 años de zanahorias verdes estadounidenses. ¿Quién lo diría?
FUENTE: https://la-lista.com/opinion/2023/03/14/subcontratar-la-politica-industrial