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China busca un nuevo rol en el sistema comercial global mientras Estados Unidos confía en los aranceles

El 15 de noviembre de 1999, cuando Estados Unidos y China llegaron a un acuerdo sobre los términos de la adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC), los estudiantes de mi residencia estaban encantados viendo las noticias en un pequeño televisor colgado del techo. Como estudiantes de penúltimo año de la principal escuela de oficios de China, la única universidad dependiente del Ministerio de Comercio Exterior de China, estábamos entusiasmados al ver el nuevo estatus del país en el sistema comercial global.

En las aulas, muchos profesores hablaban con orgullo, o incluso se jactaban, de cómo sus teorías –que hacían eco de las de Adam Smith y David Ricardo– finalmente habían ganado el debate sobre si China debía unirse al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y más tarde a la OMC, después de discusiones sobre los niveles arancelarios, entre otras cosas, con países capitalistas como Estados Unidos.

Después de todo, un sello distintivo del “siglo de humillación” de China fue que el gobierno central había perdido el control de sus aranceles aduaneros y de importación. Así pues, el argumento en contra de la adhesión a la OMC era: ¿por qué la República Popular China, tras medio siglo de independencia, debía volver a hacer concesiones a las potencias imperialistas para permitir que sus productos, como los automóviles, inundaran el mercado chino?

Los líderes chinos de aquel momento decidieron que el país debía unirse al sistema comercial global. Las aspiraciones de Pekín de integrarse en una economía globalizada hicieron caso omiso de la oposición de quienes profesaban un sentimiento nacionalista. De hecho, el acuerdo entre China y Estados Unidos fue una sorpresa, ya que se produjo tan solo seis meses después de que las fuerzas de la OTAN, lideradas por Estados Unidos, bombardearan por error la embajada china en Belgrado, lo que desencadenó protestas masivas contra Estados Unidos en Pekín y otras ciudades importantes.

De hecho, la maratoniana búsqueda de China para unirse al sistema comercial global comenzó ya en 1986, cuando tanto el tamaño económico como el comercio exterior del país eran minúsculos, y el proceso se estancó repetidamente. En aquel entonces, China tuvo que obtener la aprobación de Estados Unidos, el guardián y promotor del comercio mundial en aquel entonces, para unirse al exclusivo club. Con el acuerdo bilateral de 1999, China se convirtió en miembro oficial de la OMC en 2001. El resto es historia.

Avanzando rápidamente hasta 2025, no puedo evitar preguntarme cómo ha cambiado el mundo. China ha intercambiado roles con Estados Unidos para convertirse en el principal defensor y defensor del libre comercio, mientras que el presidente estadounidense es un ferviente defensor de los aranceles.

Si Estados Unidos mantiene sus aranceles del 145 % sobre los productos chinos, es probable que la mayoría de los exportadores chinos pierdan acceso al mercado estadounidense, lo que supondrá la principal fuente de superávit comercial de China. Por lo tanto, la disociación de las dos economías más grandes del mundo se hará realidad. A largo plazo, mientras Washington está destruyendo el sistema comercial que impulsó con un papel fundamental, China debe reflexionar seriamente sobre el futuro del sistema comercial global y su papel en él.

En las últimas semanas, Pekín ha demostrado una firme determinación de luchar hasta el final, tomando represalias con aranceles adicionales del 125 % sobre productos estadounidenses. Los líderes chinos han ignorado las reiteradas solicitudes de Trump para dialogar, ya que hacerlo se percibiría como una muestra de debilidad política. La mayoría de los observadores en China creen que Pekín no dialogará con Washington a menos que se eliminen los aranceles.

China tiene motivos para ser firme, pues ya no es el remanso económico de 1986, ni siquiera la economía exportadora de 1 billón de dólares de 1999. Incluso en comparación con 2018, durante la primera guerra comercial bajo el presidente estadounidense Donald Trump, China se ha vuelto mucho más preparada y resiliente. Es el principal socio comercial de más de 120 países del mundo y la principal potencia manufacturera mundial. China ya no es el forastero que ruega a Estados Unidos que le conceda un lugar en la mesa. Se ha convertido en el actor más importante.

Sin duda, muchos de sus socios comerciales consideran a China un competidor despiadado, responsable del dumping de productos en su país. Esto podría explicar en parte por qué muchos líderes han accedido a dialogar con Estados Unidos. Pero China tiene el potencial de convertirse en un importante comprador e inversor a nivel mundial. En ese sentido, será igualmente emocionante observar cómo China intenta reestructurar el orden comercial global con Estados Unidos posiblemente al margen.

Fuente: https://www.scmp.com/opinion/china-opinion/article/3306448/china-searches-new-role-global-trade-system-us-puts-faith-tariffs?share=hsVQXGi3ivXnGoMor8Gn4%2FBB2Nx85cIK1%2FobFpARLOrPo%2BwWFRxU1e5vRQhUs1gJy4gi1wF3eTK9IWUu603RBrFfcDLfXng%2BkCwVDtSiyqCJqQ4PAbvkfcZSQhH3YFmbfP20pf1HPSkUJA5ExK%2BuIw%3D%3D&utm_campaign=social_share

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