A lo largo de la historia, los grandes imperios han utilizado el poder financiero para influir en conflictos y obtener beneficios. Un ejemplo de esto fueron los Médici, banqueros del siglo XVII, quienes financiaban guerras a cambio de una parte del botín. Hoy, Estados Unidos aplica una estrategia similar, combinando su poder económico con su capacidad militar para influir en Europa y orientar su destino según los intereses de los grandes capitales. A través de una política en la que se entrelazan actores públicos y privados, busca someter a otros países a su dominio financiero y estratégico.
Este dominio se ha hecho especialmente evidente en el ámbito de la seguridad nuclear de
Europa. Desde la Guerra Fría, EE.UU. ha sido el garante de la seguridad de sus aliados mediante su paraguas nuclear, con bases y armamento desplegados en distintos países
europeos. Alemania, Italia, los Países Bajos, Bélgica y Turquía albergan armas nucleares
estadounidenses en su territorio, pero siempre bajo el control de Washington.
Sin embargo, la estabilidad de este modelo está en duda. La administración Trump dejó en
evidencia la fragilidad de la protección estadounidense al suspender temporalmente la
ayuda a Ucrania y al mostrar una creciente indiferencia hacia la seguridad de Europa. Esto
ha llevado a varios países europeos a plantearse la posibilidad de una disuasión nuclear
independiente, liderada por Francia y Reino Unido, las únicas dos potencias nucleares del
continente.
En 2022, dos semanas después de la invasión a gran escala de Rusia a Ucrania, el presidente francés Emmanuel Macron envió un mensaje claro a Moscú al descender 20
pisos bajo el Palacio del Elíseo, hasta el búnker nuclear de Francia, para dirigir el ejercicio
militar conocido como “Poker”. En esta operación, los comandantes franceses esperaron a
que un satélite espía ruso pasara sobre su campo de aviación antes de lanzar una serie de
simulaciones con aviones Rafale equipados con armas ficticias. Este tipo de maniobras,
conocidas como “señalización nuclear”, tienen la intención de disuadir a posibles adversarios.
Pero, ¿puede realmente Europa construir una disuasión nuclear sin EE.UU.? Esto implicaría
costos exorbitantes, modificaciones en la infraestructura militar y acuerdos complejos con
los tratados internacionales de no proliferación. Además, un escudo nuclear europeo supondría que países como Alemania o Polonia tendrían que decidir si estarían dispuestos
a compartir soberanía en materia de defensa con Francia y Reino Unido.
La capacidad nuclear de estos países es limitada en comparación con la de EE.UU. y
Rusia. Reino Unido, por ejemplo, cuenta con un arsenal de aproximadamente 250 ojivas,
todas transportadas exclusivamente en submarinos. Sin embargo, la falta de independencia
tecnológica británica es evidente: los misiles balísticos Trident que cargan sus cabezas
nucleares son de fabricación estadounidense y su mantenimiento depende de bases en
EE.UU. Además, las pruebas recientes han demostrado fallos preocupantes en su operatividad.
Francia, en cambio, mantiene un arsenal de 290 ojivas, completamente desarrollado y
producido en su territorio. Su doctrina nuclear ha sido históricamente independiente, con
una estrategia de disuasión que se remonta a la era de Charles de Gaulle. Francia realiza
con regularidad ejercicios como “Poker” para recordar al mundo su capacidad de respuesta.
En este contexto, algunos líderes europeos han comenzado a debatir la posibilidad de una
“compartición nuclear” dentro del continente. Figuras como el presidente polaco Andrzej
Duda y la primera ministra danesa Mette Frederiksen han mostrado interés en colaborar con Francia en esta área. Sin embargo, cualquier integración nuclear en Europa requeriría
decisiones difíciles en cuanto a control y financiamiento.
A pesar de las dudas y los desafíos técnicos, lo cierto es que Europa se enfrenta a una
encrucijada. La dependencia de EE.UU. ha sido una garantía de seguridad durante décadas, pero también ha servido como una herramienta de dominio estratégico. La pregunta que subyace en el fondo es: ¿está Europa preparada para asumir su propio destino nuclear y reducir su dependencia de Washington?
El mundo está en constante cambio y el equilibrio de poder nunca es permanente. La historia nos ha demostrado que quienes controlan la economía y la seguridad definen el
rumbo de la humanidad.
¿Está Europa lista para tomar las riendas de su destino? ¿O seguirá dependiendo del gigante americano? Las respuestas no son simples, pero lo que es seguro es que el juego
geopolítico continúa y las decisiones que se tomen hoy marcarán el futuro.
Dr. Rogelio González A.