Eso es cierto hasta cierto punto, pero no en la forma en que generalmente lo pretenden sus defensores. Al menos, el sistema de gobierno de China ha funcionado mejor de lo que la mayoría había previsto originalmente, mientras que el de Estados Unidos no ha funcionado como se había anunciado.
Así pues, tal vez la experiencia china tenga algo que ofrecer al menos a algunos países en desarrollo, aunque nunca haya pretendido una aplicación universal.
Eso está lejos de difundir o imponer su sistema ideológico al resto del mundo, a diferencia de la supuesta promoción e imposición por parte de Estados Unidos, a menudo por medios violentos, de su tipo de “democracia” en países más pequeños y débiles durante más de un siglo.
Tengan en cuenta que no hago afirmaciones espectaculares sobre la superioridad del gobierno chino o la imposibilidad de funcionar de la democracia occidental. Soy bastante agnóstico sobre ambos sistemas de gobierno, así como sobre la existencia de Dios. Aun así, me describiría como “religioso” (leo muchos textos religiosos canónicos) tanto como político. También leo muchos tratados políticos.
Respeto a los musulmanes tanto como a los cristianos o a los hindúes. Si quieren una teocracia o una democracia para su gobierno, bueno, eso no es asunto mío.
Sin embargo, se puede juzgar si un musulmán es realmente musulmán según sus propios estándares declarados, tal como se hace con un gobernante religioso o un demócrata según si viven según su credo.
Lo que sí afirmo es que los dirigentes estadounidenses de hoy están arruinando su propio sistema político: son cada vez menos responsables ante los votantes que nunca, y eso no es culpa de China.
Pero si así es como se supone que debe ser la democracia estadounidense, bueno, tal vez Estados Unidos esté haciéndole un flaco favor al mundo al pretender ser el mayor defensor de la democracia.
Está bastante claro que algunas democracias más pequeñas han funcionado mucho mejor que Estados Unidos, pero no tienen un imperio global –ni tampoco el dominio de los medios de comunicación– que les permita constantemente anunciar sus propios hechos.
Tal vez por eso tanta gente en todo el mundo se ha vuelto sorda ante Estados Unidos (nunca mejor dicho).
Basta con mirar a los dos candidatos presidenciales en las elecciones del mes próximo. Donald Trump y Kamala Harris han sido descritos como “las dos figuras más perfectamente payasas que encabezan este circo electoral”.
Pero son sólo los síntomas, el resultado exacto de lo que se esperaría que un país produjera con una cultura impulsada por la política y los medios de comunicación como la de Estados Unidos.
Se espera que los candidatos presidenciales sepan leer el guión y las respuestas escritas que les han preparado; el anciano Joe Biden tuvo que renunciar porque ni siquiera podía hacer eso. Pero no se puede esperar que debatan o presenten un argumento convincente sobre la marcha, simplemente porque carecen de dominio o de conocimientos básicos sobre los temas.
Por eso Harris y sus seguidores se indignaron con el canal derechista Fox News cuando la presentadora se salió del guion y formuló preguntas difíciles, como por qué no dijo nada sobre el evidente deterioro mental de Biden. Harris tuvo el descaro de quejarse de que su interlocutora estaba siendo demasiado “agresiva”.
Hace un tiempo, cuando le preguntaron por Ucrania, dio su respuesta de jardín de infantes, que fue objeto de burlas: “Ucrania es un país de Europa. Existe junto a otro país llamado Rusia. Rusia es un país más grande. Rusia es un país poderoso. Rusia decidió invadir un país más pequeño llamado Ucrania. Así que, básicamente, eso está mal”.
No es casualidad. Trump no es mejor, tal vez sea peor.
En lugar de democracia, el populismo ofrece supuestos líderes y votantes que sólo pueden dar respuestas simples a cuestiones complicadas. Los fragmentos de noticias son una característica esencial del sistema, no un defecto.
Se puede estar seguro de que hay quienes comprenden los verdaderos problemas y están formulando políticas y elaborando mensajes públicos. Simplemente no se sabe quiénes son en realidad. Pero ¿es eso democracia?
