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lunes, marzo 31, 2025
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¿Hacia dónde dirige Estados Unidos la economía mundial? Se acabó la edad dorada del siglo XX: un nuevo orden económico donde China no ha definido su rumbo

Estamos viviendo una época de gran incertidumbre y caos, motivada por el hecho de que todas las decisiones económicas que Estados Unidos ha venido tomando tienen un impacto directo en los mercados internacionales. Esta afectación deriva del uso predominante del dólar, que aún representa más del 75% de las operaciones internacionales en materias primas, petróleo y prácticamente cualquier servicio financiero.

El sistema financiero norteamericano, sin duda, tiene una gran conectividad con los mercados internacionales y los bancos centrales de diversos países. Cuando hablamos de bancos centrales, nos referimos a las reservas nacionales de cada país. La implicación del dólar en estos sistemas se debe a que, en los balances de los bancos centrales, una parte significativa de las reservas está en dólares, además del oro en algunos casos.

Esta predominancia del dólar permite cubrir transacciones de todo tipo. Por ejemplo, los mercados petroleros han utilizado el dólar como moneda de reserva desde siempre. Durante el siglo XX, Estados Unidos fue el gran impulsor de la economía mundial y, aunque el siglo XXI comenzó hace 25 años, en muchos sentidos parece que apenas estamos entrando en una nueva etapa de reordenamiento económico global. Este proceso marca una pauta sobre lo que vendrá en el futuro, cimentando tendencias clave.

La Cuarta Revolución Industrial ya está llegando a su fin, y en los últimos 50 años hemos presenciado cómo Estados Unidos ha fomentado la financiarización de la economía global para sostener su economía de servicios. Este fenómeno ha generado un problema significativo: la financiarización ha crecido de manera desproporcionada en comparación con la economía productiva e industrial, lo que ha causado serios trastornos.

El crecimiento excesivo de los servicios financieros ha generado una acumulación masiva de capital a través de la renta del mismo, es decir, la banca obtiene dinero sin necesidad de producir bienes. En Estados Unidos, esta tendencia se acentuó con la llegada al poder de Margaret Thatcher en el Reino Unido en 1978, lo que consolidó la expansión de los mercados financieros tanto en Europa como en Norteamérica. La Bolsa de Londres y Wall Street jugaron un papel crucial en este proceso, estableciendo las bases de una economía predominantemente financiera.

El problema radica en que las finanzas han crecido más que la productividad. En Estados Unidos, como en otros países industrializados, la productividad se mide por lo que se fabrica y se manufactura. Sin embargo, el éxodo de la manufactura hacia Asia, particularmente China, desde principios de los años 80, ha generado un déficit en la producción industrial estadounidense. La manufactura, al repetirse, genera innovación, automatización y eficiencia, lo que ha permitido a China desarrollar una industria de producción masiva con costos más bajos y mayor escala.

Esta ventaja ha consolidado a China como la “fábrica del mundo”. Mientras tanto, Estados Unidos perdió la oportunidad de perfeccionar sus procesos de manufactura y trasladar su desarrollo tecnológico a niveles más altos. Sin embargo, el país sigue liderando la esfera financiera global, incluso desplazando a Londres.

Europa mantiene su relevancia como centro financiero, pero su enfoque se dirige más hacia mercados domésticos y de consumo, a diferencia de Estados Unidos, cuya banca corporativa financia el mundo entero, incluida Europa. La liquidez y el acceso al capital en EE.UU. permiten un desarrollo acelerado de nuevas tecnologías e industrias, algo que en Europa no sucede con la misma facilidad.

Si lo ponemos en perspectiva, Estados Unidos ha construido un ecosistema financiero robusto que cubre todos los niveles: consumo, desarrollo empresarial, capital de trabajo e investigación y desarrollo. Por otro lado, Asia, y particularmente China, ha desarrollado un ecosistema de manufactura altamente eficiente, que hoy en día también incluye el desarrollo tecnológico avanzado.

China ha logrado integrar sus sistemas de producción y desarrollar una infraestructura que permite la fabricación rápida y eficiente de cualquier producto. Además, el país se está expandiendo hacia otras regiones del mundo para seguir aprovechando la mano de obra barata, ya que su propia economía está evolucionando hacia una combinación de manufactura y servicios.

Nos encontramos en una encrucijada ante un nuevo orden económico mundial. Aunque muchos consideran que el capitalismo está en su máxima expresión, en realidad estamos viendo el nacimiento de un nuevo modelo económico donde la inteligencia artificial y la financiarización de la economía juegan un papel crucial.

A pesar de las críticas hacia Estados Unidos, muchas de sus estrategias económicas no son del dominio público y son diseñadas en los niveles más altos de toma de decisiones financieras. Desde hace más de 40 años, el capital financiero público estadounidense ha sido transferido gradualmente al sector privado mediante diversos mecanismos.

Hemos sido testigos de varios rescates financieros en las últimas décadas:

Industria automotriz en los años 80: Ante la competencia japonesa, el gobierno estadounidense rescató a las empresas automotrices.
Empresas punto com en el año 2000: Tras la crisis de las empresas tecnológicas, muchas de ellas fueron salvadas y hoy gozan de una capitalización trillonaria.
Crisis hipotecaria de 2008: Se realizó un rescate masivo de bancos con fondos públicos.
Facilitación cuantitativa de 2010: El gobierno compró acciones para estabilizar el mercado bursátil, retirándose gradualmente en los siguientes ocho años.
Pandemia de 2020: Por primera vez, se canalizó capital directamente a los consumidores, además del sector bancario.
Hoy en día, las decisiones económicas globales no las toman solo los gobiernos, sino los grandes capitales y las instituciones financieras. A principios del siglo XX, JP Morgan rescató al gobierno de Estados Unidos en medio de la Gran Depresión, pero hoy las circunstancias son distintas.

Las declaraciones políticas afectan los mercados de manera inmediata, y en Estados Unidos, cada pronunciamiento oficial puede alterar la estabilidad financiera global. La dominancia del dólar es más profunda de lo que muchos creen. Más allá de si el dólar pierde preeminencia como moneda de reserva, lo único seguro es que Estados Unidos seguirá controlando los mercados financieros, independientemente de la divisa utilizada.

La aparición de criptomonedas y otros activos aún plantea muchas incógnitas. Mientras tanto, en América Latina, México y Canadá siguen siendo economías complementarias de Estados Unidos, lo que los convierte en actores clave en este nuevo reordenamiento económico.

Sin embargo, hace falta liderazgo. Se necesitan políticos con visión, rodeados de expertos y empresarios comprometidos con el desarrollo de sus países, no solo con el aprovechamiento de oportunidades personales. Es vital invertir en capital humano y en la formación de talento, ya que el futuro económico será altamente competitivo y exigente.

Estar preparados y activos en nuestras áreas de trabajo, comprendiendo los cambios globales, es esencial para evitar que la corrupción y el crimen conviertan a nuestros países en rehenes, no solo de la delincuencia, sino también de intereses externos. La clave está en la negociación, pero con preparación y visión estratégica.

En 2012, Xi Jinping llegó al poder con una filosofía de guerrero solitario, similar a la de Trump. Su visión: Estados Unidos es un país en decadencia. Según su perspectiva, ha luchado internamente para hacer una limpieza en casa y acabar con los dispendios y la corrupción de castas arraigadas ancestralmente.


Sin embargo, sus reformas políticas aún no han logrado permear la economía doméstica después de 12 años en el poder. Erráticamente, ahora busca ejercer poder blando sin lograr convencer a sus vecinos (los países del sur de Asia y de la Ruta de la Franja y la Seda). Ha intentado crear un nuevo modelo económico, pero no ha podido definirlo ni ponerlo en marcha.


Primero acorraló e intimidó a la pujante clase empresarial china, y ahora los busca de regreso.


Mientras tanto, Estados Unidos, en su supuesta decadencia según Xi, se ha despertado. De manera silenciosa, ha trabajado durante 50 años sin parar en el desarrollo de la base de un nuevo modelo económico, manteniendo las riendas de la economía mundial a través de las finanzas. Ha transferido grandes sumas trillonarias de dólares estadounidenses provenientes de China, Asia, Medio Oriente, Rusia, Japón y el sur de Asia.


Si el dólar estadounidense maneja el 75% o más de las transacciones económicas internacionales, es señal de la cantidad de reservas que los bancos centrales de todo el mundo tienen en sus balances. Esta vez, Estados Unidos somete su economía a una prueba de ajuste para desinflar su bolsa de valores, su moneda y la liquidez de los mercados.


La gran diferencia es que la Reserva Federal juega un papel tímido. Esta vez, es el Poder Ejecutivo quien define la política comercial, y los mercados toman nota: suben o caen según las decisiones políticas. La especulación generará ganancias para quienes tienen información privilegiada o para quienes están en el mercado, se informan y calculan con anticipación las jugadas.


Sin duda, reducir la exposición al riesgo a través de la minimización de deuda e inversión en activos estratégicos, como alimentos y farmacéuticos, y apostar por bloques comerciales, marcará la pauta.


Nadie saldrá ileso: habrá ganadores y perdedores. En Estados Unidos, los indicadores muestran una disminución del 30% en el consumo de estupefacientes, algo muy valioso.
Por otro lado, Xi Jinping ha fallado en su estrategia por ahora, pero seguirá intentando nuevas jugadas. A mediano plazo, muchos de nosotros quizás no alcancemos a ver los resultados finales. Sin embargo, es claro que habrá una mayor polarización de la riqueza, ampliando aún más la brecha entre clases sociales.


Estados Unidos, el gran impulsor de la economía mundial del siglo XX y ahora del XXI, ha construido una profunda red financiera doméstica e internacionalizada, con lazos que abarcan mercados europeos, asiáticos y latinoamericanos.


América Latina, con su baja productividad, es objeto de atención para la banca europea, la cual provee financiamiento a Sudamérica, Centroamérica y México. No obstante, la presencia de esta banca en la región se acerca más a modelos domésticos que a servicios de banca corporativa.


México, como economía complementaria de Estados Unidos (aunque aún sin definir su orientación económica), sigue a la deriva, dirigida por advenedizos políticos saqueadores e ignorantes. Su estrategia: incrementar la base de pobres para asegurar su permanencia en el poder.


Sin embargo, cuando las finanzas de México se deterioran, la viabilidad de esta práctica de saqueo se reduce. La corrupción y el crimen convierten al país en un rehén de Estados Unidos, que definirá su destino ante la falta de madurez política. Esto complica aún más la viabilidad política, social y financiera del país, haciendo de nuestras ciudades lugares inseguros para vivir y dificultando el éxito de cualquier planta productiva.


Más aún cuando el gobierno está en bancarrota financiera, desesperado por la fecha de cobro de impuestos y obligaciones sociales para cubrir sus déficits públicos, como quien espera el día de nómina tras malas inversiones y decisiones financieras riesgosas.


México tiene oportunidad, pero necesita definir su vocación económica y entender su papel estratégico. Debe aprovechar su ubicación geográfica y capacitar a su población para desempeñar un papel clave en el comercio global.


Solo de la mano de gobiernos capaces y bien intencionados, con inversión en educación y desarrollo de capacidades, se podrá administrar el capital humano de forma adecuada. De lo contrario, podría perder en 10 años lo que ha tardado décadas en construir, como ha sucedido en Venezuela, donde el éxodo de profesionales y clase media ha privado al país de su talento.


Otras naciones en crisis, como Rusia, Ucrania y Siria, también están viviendo esta realidad. México enfrenta una crisis severa de crimen y terrorismo fiscal, impulsado por un Estado desesperado por recaudar dinero.


Estados Unidos ha consolidado un sistema financiero profundo y estratégico para gobernar las finanzas mundiales. La globalización, tal como la conocíamos, ha desaparecido. Ahora se está configurando una nueva economía basada en bloques geopolíticos regionales.
Países productores de manufacturas, alimentos y tecnología.


Países comercializadores.


Países consumidores.


En este nuevo esquema, la infraestructura será regional. El Canal de Panamá es vital para Estados Unidos en América, al igual que el Canal de Suez para los árabes y asiáticos, y la Ruta del Ártico y la Franja y la Seda para China.


Sin embargo, Estados Unidos seguirá presente de forma discreta, financiando la mayor parte de la economía mundial. No es coincidencia que en el siglo XX haya inventado la financiarización de la economía global.


El 85% de la economía de Estados Unidos está basada en servicios, donde los financieros y tecnológicos representan más del 60% de sus exportaciones.


Pero, de manera estratégica, Estados Unidos está trayendo de vuelta la manufactura esencial, para evitar depender de terceros en sectores clave como medicamentos, alimentos y transporte.


China dominará la manufactura y el comercio de consumo, pero la disputa por la tecnología seguirá abierta. Mientras tanto, el resto del mundo atestiguará y trabajará para estos gigantes.


Europa, por su parte, seguirá consolidando su modelo de servicios a sectores domésticos, como ya lo hace con éxito.


Aún hay mucho por definir, pero el rumbo ya está trazado y muy cercano a esta previsión.
Debemos prepararnos para ser ciudadanos del mundo, antes de que nos limiten a tener solo un pasaporte. La educación continua es lo mínimo que podemos hacer para entender lo que está sucediendo y cómo se está reorganizando la economía mundial.


El riesgo es alto, y la migración será cada vez más difícil, pues los mercados buscan mayor control.


Mientras los economistas hablan del dominio del dólar, la banca mundial, en su mayoría norteamericana, ya no tiene país ni moneda.


El dólar y su predominio pueden ser irrelevantes en el largo plazo, pero en el corto plazo sigue siendo un señuelo estratégico, al igual que los aranceles de Trump.

Dr. Rogelio González

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