México acaba de tomar posesión de un nuevo presidente, Claudia Sheinbaum, la primera mujer en ocupar el cargo. Pero su mandato comienza bajo la larga sombra de su predecesor y patrocinador, Andrés Manuel López Obrador, cuya influencia es poco probable que disminuya pronto.
En junio de 2006, un mes antes de las elecciones nacionales de México de ese año, escribí un ensayo sobre la candidatura de López Obrador (o AMLO como se le conoce comúnmente) titulado “El mesías tropical”.Era, sobre todo, un retrato psicológico de un hombre con una genuina vocación de servicio que se veía compensada por un insaciable apetito de poder.
Destaqué el carácter intemperante de AMLO, su total desinterés por el mundo exterior, su ignorancia de la economía y los negocios, su desprecio por la ley, su dogmatismo ideológico y su autoritarismo político. No tenía vínculos con la tradición democrática liberal de México ni con la socialista. Era una figura tiránica y obsesionada con sí misma.
Terminé el ensayo señalando la peligrosa convergencia de dos de las obsesiones de AMLO: equipararse (bastante en serio) con Jesucristo y hacer alarde de la naturaleza “tropical” desenfrenada del poder en Tabasco, su estado natal en el sureste de México. Su eventual triunfo me parecía inminente, por lo que advertí: “México perderá años irrecuperables”.
AMLO perdió esa elección y la siguiente, en 2012. Pero ganó en 2018 y gobernó durante seis años, hasta el 30 de septiembre, dejando un legado destructivo, aunque muchos en México tal vez no lo vean así.
En 2018, AMLO abandonó el programa Seguro Popular, dejando a aproximadamente 20 millones de personas sin cobertura de seguro. También recortó recursos al Instituto Mexicano del Seguro Social, así como a 28 institutos nacionales de salud y hospitales especializados, lo que provocó una escasez médica crónica.
Estas políticas de austeridad –por muy neoliberales que sean– provocaron que 500.000 personas renunciaran a cirugías necesarias, 15 millones de recetas sin surtir (cinco veces más que bajo el gobierno anterior) y la suspensión de alrededor del 97% de la atención médica contra el cáncer. El número de personas sin acceso a servicios de salud aumentó de 20,1 millones en 2018 a 50,4 millones en 2022. Además, durante el transcurso de la presidencia de AMLO, más de seis millones de niños no fueron vacunados debido a la escasez de vacunas. Y su mal manejo de la pandemia de COVID-19 se saldó con 224.000 muertes.
El sexenio de AMLO coincidió con la era más violenta de la historia de México, con casi 200.000 homicidios y tasas récord de feminicidio, violación y violencia doméstica. Bajo la dirección de AMLO, los grupos del crimen organizado obtuvieron el control de grandes extensiones de territorio (más de una cuarta parte del país, según algunas estimaciones), lo que contribuyó a un aumento de las desapariciones, la extorsión, el tráfico de drogas y de personas, y el robo de carga y petróleo. .
AMLO también despilfarró los recursos de más de 80 fondos y fideicomisos públicos, algunos de los cuales estaban destinados a la recuperación de desastres, y presidió un aumento de la deuda pública por un total de 6,6 billones de pesos (336 mil millones de dólares) y un aumento del déficit de México, del 2% al 5,96% del PIB. El crecimiento anual del PIB durante el mandato de López Obrador promedió 1%, el más bajo de las últimas cinco administraciones. Sus proyectos de infraestructura, que el ejército construyó en gran parte, excedieron el presupuesto en más de 484 mil millones de pesos y fueron muy poco prácticos: un aeropuerto poco utilizado, una refinería de gasolina que aún no está operativa y un tren que devastó las selvas de la península de Yucatán.
Además de otorgar al ejército un poder considerable, AMLO desmanteló las instituciones democráticas y los mecanismos de rendición de cuentas. Su objetivo más reciente fue el sistema judicial de México. Según una ley aprobada durante los últimos días de su administración, miles de jueces –incluidos los de la Corte Suprema– serán despedidos y sus reemplazos serán elegidos popularmente. Esta reforma politizará el poder judicial y, a su vez, erosionará la separación de poderes, poniendo en peligro dos siglos de gobierno republicano. Pero quizás el legado más insidioso de AMLO sea el odio y la polarización que ha despertado en la sociedad mexicana.
A pesar de todo el daño que ha causado AMLO, sigue siendo tan popular al final de su mandato como al principio. Una razón es el poder del presidente para moldear la verdad: en sus sesiones informativas diarias televisadas (mañaneras), AMLO siguió su agenda y difamó a sus críticos bajo el pretexto de la transparencia. El silencio y la autocensura de los principales medios de comunicación han propiciado la captura casi total del entorno informativo por parte del Estado.
Otro factor importante en la continua popularidad de AMLO es la distribución de dinero a decenas de millones de hogares a través de la red callejera “Servidores de la Nación”, que opera como los Comités de Defensa de la Revolución de Cuba. Esta servidumbre voluntaria afecta a más de la mitad de los votantes mexicanos.
Pero la propaganda oficial no puede ocultar para siempre las fechorías de AMLO, y las transferencias de efectivo no son una solución sostenible al problema de la pobreza, menos aún cuando van acompañadas de obediencia política. Tarde o temprano, los creyentes de AMLO despertarán –dolorosamente– a la realidad. Quizás entonces comprendan lo que los cubanos y los venezolanos saben muy bien: los líderes mesiánicos prometen el reino de Dios en la Tierra, pero el resultado final es siempre hambre y miseria, opresión y exilio.
Si bien la toma de posesión de Sheinbaum es un hito en sí misma –sobre todo en México, un país sexista con una historia de feminicidios–, ella sólo ha dado ligeros indicios de independencia de su mentor. Quizás busque preservar el orden republicano e impedir la destrucción del poder judicial. Quizás ella diga la verdad de lo que realmente sucedió. Quizás inicie un arduo y largo proceso de reconstrucción.
Si no lo hace, México perderá aún más años y, lo que es igualmente importante, el lugar modesto pero honorable que hasta hace poco ocupó entre los países democráticos.