Es necesario abordar la delincuencia, la competencia y el Estado de derecho
México ha sido anunciado como uno de los ganadores del deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y China, pero Claudia Sheinbaum, la presidenta electa de México, necesitará impulsar reformas estructurales para que el país aproveche plenamente esta oportunidad.
Las elecciones presidenciales de México tuvieron un resultado ampliamente esperado. Claudia Sheinbaum será la primera mujer presidenta de México, reemplazando al presidente Andrés Manuel López Obrador dentro del partido gobernante Morena.
Las elecciones al norte de la frontera de México serán una convocatoria mucho más reñida, pero existe una clara posibilidad de que Trump regrese a la Casa Blanca.
Estos resultados (un gobierno de Morena junto con una presidencia de Trump) fueron grandes preocupaciones para los inversionistas en México entre 2016 y 2018. Trump había amenazado con romper el Tratado de Libre Comercio de América del Norte existente entre Estados Unidos, México y Canadá durante su campaña electoral de 2016. Dos años más tarde, se temía una excesiva intervención estatal tras la victoria de AMLO en México y la posterior cancelación del proyecto del aeropuerto de Texcoco, valorado en 13.000 millones de dólares (que ya estaba parcialmente construido).
Entre 2016 y 2018, el peso mexicano se hundió un 12% frente al dólar, en parte debido a estos factores políticos. Esta caída habría sido más grave si no hubiera sido por las acciones decisivas del banco central de México, que aumentó su tasa de política en 500 puntos básicos durante este período.
Los temores de los inversores finalmente se disiparon. El TLCAN no fue descartado sino modificado para convertirse en el Tratado Estados Unidos-México-Canadá (T-MEC). Mientras tanto, en el frente interno, AMLO alivió su retórica intervencionista. En general, ha mantenido un control sobre el gasto público, lo que ha ayudado a mantener la calificación de grado de inversión soberano de México. Sin embargo, el presupuesto de 2024 incluye un impulso fiscal equivalente al 2,4% del producto interno bruto, que la próxima administración deberá frenar para mantener la deuda pública en una trayectoria sostenible.
En general, los factores políticos preocupan menos a los inversores ahora que hace ocho años. Aunque el peso mexicano ha estado bajo presión inmediatamente después de la victoria de Sheinbaum, la moneda sigue siendo una de las de mejor desempeño frente al dólar estadounidense en los últimos dos años. Y, en todo caso, la (geo)política es un viento de cola para las actuales perspectivas económicas de México.
En medio de las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China –que probablemente persistirán independientemente de quién gane las elecciones estadounidenses– hay optimismo de que México se beneficiará de la reubicación, o “nearshoring”, de las cadenas de suministro. Hay señales de que esto está empezando a materializarse a medida que México ha superado a China como el mayor socio comercial de Estados Unidos.
Sin embargo, las políticas del próximo gobierno tendrán una gran influencia en si la economía de México obtendrá todos los beneficios de la deslocalización.
Los argumentos presentados ahora podrían haberse aplicado a México cuando el TLCAN entró en vigor en 1994. Las empresas están tratando de establecer un centro de fabricación de bajo costo con estrechos vínculos con Estados Unidos; México se beneficiará de una mayor inversión extranjera directa, un crecimiento de las exportaciones y ganancias de productividad.
Pero, en general, esto no se cumplió. Si bien México ha construido una sólida base manufacturera en el norte, el resto del país ha experimentado pocos avances económicos. En lugar de lograr un crecimiento convergente, el PIB per cápita de México se ha quedado aún más atrás que el de Estados Unidos desde que se unió al TLCAN, según los tipos de cambio del mercado y en términos de paridad de poder adquisitivo.
Las razones clave de este bajo desempeño incluyen el deficiente entorno empresarial empañado por la delincuencia, la corrupción y el débil estado de derecho. La gran mayoría de los economistas del sector privado encuestados por el Banco de México seleccionaron estos tres factores como los principales obstáculos para hacer negocios en México durante los últimos cinco años.
Crimen y corrupción vistos como problemas persistentes en México
También hay una falta de competencia en las industrias nacionales, especialmente en el sector energético. El gobierno actual ha seguido apuntalando a la debilitada petrolera estatal Pemex y disuadiendo la participación del sector privado. Eso ha contribuido a una mala asignación de los recursos gubernamentales y a un sector energético ineficiente. El informe del Artículo IV del Fondo Monetario Internacional para México advierte que “subsidiar las inversiones de Pemex corre el riesgo de crear costosos activos varados”.
México tiene la oportunidad de beneficiarse del nearshoring, pero el éxito no está garantizado. Se necesitarán reformas estructurales para abordar la corrupción y el crimen y al mismo tiempo fomentar una mayor competencia en la economía nacional, particularmente en el sector energético. Queda por ver si el próximo gobierno de México estará dispuesto o será capaz de alterar el panorama.