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México, protagonista del nuevo orden mundial ante la crisis mediática de Estados Unidos

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Los Estados Unidos de América están creando un caos internacional, sacudiendo mercados y acuerdos comerciales. Prácticamente, están intentando reconstruirse a partir de sus instituciones. Desafortunadamente, no tienen un plan concreto para volver a ser lo que siempre fueron: los amos y señores de la economía mundial y los que imponen las reglas. Han estado dañando las relaciones internacionales, evitando la diplomacia y actuando con prepotencia porque, en este momento, tienen el poder para hacerlo. Sin embargo, esto no debe durar por mucho tiempo.

Estados Unidos está atacando a sus principales socios comerciales, como México y Canadá. Y digo México primero porque, dentro del acuerdo de libre comercio que tenemos, llamado T-MEC (antes TLC), México es sin duda un socio estratégico más importante que Canadá. Aunque hay una gran asimetría entre sus economías, particularmente en ingreso per cápita, población y desarrollo tecnológico, donde Estados Unidos lleva la primacía, México tiene mucho que ofrecer. Su mano de obra, sus recursos naturales y su cercanía geográfica lo convierten en un socio clave. Además, México cuenta con una población en edad productiva que representa un capital humano importante. Sin embargo, nuestro país ha sufrido un debilitamiento de su tejido social, lo que representa un punto débil al momento de negociar con Estados Unidos.

El programa de maquiladoras en México surgió en 1970, a partir del programa Bracero después de la Segunda Guerra Mundial. En aquel entonces, nuestros compatriotas mexicanos migraron legalmente a Estados Unidos para cubrir una necesidad urgente de mano de obra, ya que los hombres estaban en la guerra y las mujeres trabajaban en la industria bélica. Al finalizar la guerra, entre 1965 y 1968, millones de trabajadores fueron repatriados voluntariamente. Para 1970, México ya contaba con un programa incipiente de industria maquiladora, que nació junto con otros programas para la franja fronteriza y que dio lugar a lo que hoy conocemos. Sin embargo, el gobierno mexicano, que era monoexportador de petróleo hasta 1980, nunca renovó el programa de la industria maquiladora de exportación. Este programa ha permanecido sin cambios por demasiado tiempo y, como todo aquello que no se adapta, ha comenzado a convertirse en un obstáculo para la economía mexicana.

México ha tropezado al no renovar sus programas. Para comprender este fenómeno, es necesario observar el caso de China y de otras economías latinoamericanas. La industria maquiladora de exportación, que en los últimos 20 años ha permitido que empresas extranjeras establezcan fábricas en México, funcionó durante mucho tiempo bajo un modelo de economía en clave. Es decir, producíamos excelentes bienes, pero no los podíamos consumir internamente. Afortunadamente, esto ha cambiado y México debe seguir considerándose un socio estratégico con mucho potencial.

En México existen tres regiones económicas muy diferenciadas: el norte, el centro y el sur. La economía de estos tres “Méxicos” es asimétrica. Los estados del norte son comparables con países europeos como Francia o Inglaterra, no solo en ingreso, sino también en nivel educativo. Los estados del centro tienen similitudes con economías como la española. Sin embargo, los estados del sur presentan condiciones equiparables a países del tercer mundo, como Guatemala, Honduras y El Salvador. Estas diferencias no solo se reflejan en el ingreso per cápita, sino también en el nivel educativo. Han sido estados abandonados en términos de desarrollo económico, y sus economías están más alineadas con las de Centroamérica que con el resto de México.

Países como Costa Rica han superado la media centroamericana, mientras que Panamá se ha convertido en un hub logístico clave para América Latina. Mientras tanto, los estados del sur de México no han logrado desarrollarse. Es momento de adoptar prácticas exitosas de estos países, como la creación de zonas francas, que pueden generar alto valor estratégico y permitir un mejor encadenamiento productivo con el resto de la región.

México ha avanzado en comercio internacional, pero no está en sintonía con las prácticas globales. Aunque tiene regímenes aduaneros muy funcionales, como la maquila, que a pesar de ser obsoleta aún opera, también cuenta con el régimen de recinto fiscalizado estratégico, el cual es prácticamente una zona franca. Sin embargo, por cuestiones políticas y falta de visión, no se le ha dado el nombre correcto. Este régimen aduanero, con facilidades de primer nivel, podría trabajar de la mano con regímenes similares en Centroamérica, Sudamérica y otras partes del mundo. Hoy en día existen más de 7,000 zonas francas en el mundo. Colombia, por ejemplo, ha sabido aprovecharlas y México debería hacer lo mismo. Las economías del centro y norte de México pueden integrarse mejor con Sudamérica y con países estratégicos de Centroamérica como Costa Rica y Panamá. Además, México cuenta con 12 tratados de libre comercio y dos acuerdos de alcance parcial, así como la Alianza del Pacífico, que pueden potenciar su relación con países como Colombia, Perú y Chile.

El esfuerzo industrial de México en los últimos 60 años ha sido significativo. Gracias a las necesidades de Estados Unidos, el país ha crecido en la industria manufacturera y de ensamblaje. Sin embargo, desde que China se unió a la Organización Mundial del Comercio hace 25 años, su crecimiento ha sido imparable. Con subsidios masivos, China se ha convertido en la fábrica del mundo y en un actor clave en las cadenas globales de valor. Hoy en día, sus productos intermedios representan el 35% de la manufactura mundial, y se espera que para 2030 alcance el 50%.

China ha encontrado formas de sortear las barreras impuestas por la guerra comercial con Estados Unidos, estableciendo operaciones en múltiples países para mantener su dominio en la manufactura global. Mientras tanto, Estados Unidos, con una economía basada en el sector servicios, enfrenta problemas de inflación debido a la deslocalización de su industria. Esta inflación, que ha persistido durante los últimos seis años, ha generado efectos similares a los de una economía de guerra. Además, el alto gasto militar y las intervenciones en el extranjero han repercutido en su estabilidad económica. Con un mundo más interconectado que nunca, cualquier suceso afecta los mercados en cuestión de segundos, alterando valores y generando incertidumbre.

Estados Unidos ha destruido su propia industria al trasladarla al extranjero. Ahora enfrenta los costos de la deslocalización, como el aumento en los fletes y la dependencia de China. Por su parte, China ha fortalecido su control sobre el comercio marítimo y actualmente domina más del 60% de la flota mercante mundial. Esto le permite influir en los costos de los productos manufacturados y continuar su expansión global.

México está en una posición estratégica y en un momento clave para reformar sus instituciones y mejorar su competitividad global. Es necesario fortalecer sus cadenas de valor y adoptar nuevas prácticas comerciales para integrarse mejor en el escenario internacional. México tiene un enorme potencial y es momento de aprovecharlo al máximo.

Dr. Rogelio Gonzalez

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