Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo y exprimer ministro italiano, entregó su tan esperado informe sobre la competitividad europea a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. El informe no se detiene: emite una cruda advertencia sobre la trayectoria actual de la Unión Europea y propone nuevas formas de pensar sobre cuestiones y políticas clave.
Según Draghi, los desafíos que enfrenta Europa son nada menos que existenciales. Durante las últimas dos décadas, el crecimiento del ingreso per cápita en la UE ha quedado rezagado respecto al de Estados Unidos. Lo que es más siniestro es que Europa no está fundamentalmente preparada para navegar en un entorno global que cambia rápidamente y se caracteriza por crecientes tensiones geopolíticas y una rápida transformación tecnológica.
Con la economía más abierta entre las principales potencias del mundo, Europa es muy vulnerable a las tensiones comerciales y otras perturbaciones. Para complicar aún más las cosas, Europa depende en gran medida de la energía importada y de materias primas críticas, y enfrenta costos energéticos más altos que sus rivales globales. El acceso a energía barata es vital para el liderazgo económico.
Europa también va a la zaga de países como Estados Unidos y China en innovación tecnológica y comercialización. De hecho, la presencia de la UE en la industria tecnológica es marginal, y ninguna empresa de la UE se encuentra entre las diez principales empresas tecnológicas del mundo por capitalización. La UE está perdiendo su ventaja incluso en industrias que alguna vez dominó, como la automotriz. El problema no es la falta de ideas; más bien, Europa ha luchado por traducir sus ideas en éxitos comerciales.
Los economistas coinciden en que la competitividad no tiene sus raíces en los superávits comerciales, sino en la productividad, y en esto la UE está tambaleándose. Los europeos promocionan su modelo social superior y su alta calidad de vida. Pero si persisten las tendencias demográficas y el estancamiento de la productividad, estas ventajas pronto serán inasequibles.
Draghi pinta un panorama sombrío pero realista. Antes de implementar cambios políticos drásticos, como los que propone Draghi, los europeos deben establecer un consenso político sólido sobre la magnitud del problema, incluida una idea clara de las fortalezas y debilidades de la forma de capitalismo europea. Si el informe de Draghi no hace nada más que catalizar dicho proceso, habrá sido un logro importante.
Pero el informe puede hacer más que ayudarnos a comprender los problemas que enfrentamos; también puede llevarnos hacia soluciones más efectivas. Por ejemplo, en la década de 1990, la creencia predominante era que la baja productividad reflejaba la rigidez del mercado laboral, pero flexibilizar los mercados laborales no condujo a un aumento de la productividad. Según Draghi, un mejor enfoque se centraría en impulsar la inversión pública y privada. Sin embargo, tal como están las cosas, la fragmentación del mercado (que limita la escala), junto con la incapacidad de las autoridades para lograr el equilibrio adecuado entre la regulación tecnológica y el apoyo a la innovación, está obstaculizando la inversión privada. Mientras tanto, la incapacidad de abordar las prioridades correctas, la falta de herramientas de política industrial para promover los objetivos comunes de la UE y, lo que es más importante, la incapacidad de recaudar financiamiento a nivel europeo están socavando la inversión pública.
Teniendo esto en cuenta, Draghi sostiene que reorientar el gasto público en innovación –así como eliminar regulaciones excesivas, que impiden la capacidad de las empresas emergentes para crecer– es esencial para fomentar un ecosistema de innovación en toda Europa. No rehuye defender subsidios y protecciones para empresas innovadoras en industrias seleccionadas mientras establecen la escala necesaria para competir internacionalmente.
Draghi también presiona para el establecimiento de un mercado energético unificado en la UE para reducir los costos de la energía. Alienta un enfoque pragmático para el comercio con China, con reglas adaptadas a diferentes sectores y tecnologías. Y recomienda el desarrollo de una “política económica exterior” de la UE, que incluya acuerdos comerciales preferenciales con socios amigos.
Los críticos podrían intentar presentar estas posturas como excesivamente radicales. Pero el informe de Draghi no debe leerse como un respaldo generalizado a políticas comerciales discriminatorias y a una política industrial a gran escala. Como enfatizó en su discurso en el Parlamento Europeo, no está sugiriendo que la UE deba “elegir ganadores” ni pedir un proteccionismo generalizado, y mucho menos una revisión de las reglas de la Organización Mundial del Comercio.
Uno de los mensajes más importantes –y bienvenidos– del informe es que proteger el mercado único requiere herramientas diseñadas e implementadas a nivel de la UE. Otra es que, sin un mercado profundo y líquido para la deuda de la UE, la creación de un activo seguro europeo (crucial para recaudar financiación para bienes públicos) será imposible, y la unión de los mercados de capitales, que contribuiría en gran medida a apoyar la inversión privada. , nunca se desarrollará.
En última instancia, el informe de Draghi pide que Europa construya algo parecido a una economía de guerra y la ponga en marcha, utilizando potencia de fuego común. Pero desarrollar un enfoque único para la innovación, la energía, la defensa, la política industrial y las herramientas de financiación comunes no será tarea fácil, ya que requerirá una voluntad política fuerte y sostenida en toda la UE.
La UE no es una federación y el nacionalismo económico ha prevalecido en general, impidiendo fusiones transfronterizas, limitando la coordinación e impidiendo la financiación común. Hoy en día, el presupuesto común de la UE representa solo el 1% del PIB del bloque, y la deuda común emitida en respuesta a la pandemia de COVID-19 fue temporal por diseño.
Sin duda, con la guerra de Ucrania a las puertas de la UE y la rivalidad entre Estados Unidos y China amenazando la base de su modelo económico, hay un creciente sentido de urgencia que podría impulsar a los europeos hacia un consenso sobre la necesidad de una reforma política y económica más profunda. integración. Pero también podría empujar a Europa en la dirección opuesta, con los países hundiéndose más profundamente en el nacionalismo económico. Los bajos niveles de confianza y los intereses divergentes entre los estados miembros de la UE, junto con la falta de un proceso democrático a nivel de la UE capaz de facilitar la integración, crean muchas razones para dudar de que los líderes europeos presten atención a la advertencia de Draghi.