La siguiente información está basada en una información de la CEPAL y fundamentada en datos de la UNESCO
En casa, pero estudiando. Así transcurre el curso escolar para niños, adolescentes y jóvenes desde que el pasado mes de marzo, varios países empezaran a anunciar el cierre de sus centros educativos como medida de prevención ante la rápida propagación de COVID-19. Desde ese momento hasta la fecha en el mundo ya hay más de 1.500 millones de estudiantes sin poder asistir a clases por la pandemia, según datos de la Unesco.
Esta cifra equivale al 91% del total de estudiantes inscritos en un total de 188 países. El organismo –cuyos datos incluyen a alumnos desde preescolar hasta la enseñanza superior (estos últimos son unos 57,8 millones)– estima que a nivel mundial uno de cada cinco estudiantes de primaria y secundaria no está asistiendo a la escuela como consecuencia de la crisis sanitaria que vivimos, y otro de cada cuatro no está asistiendo a los centros educativos de enseñanza superior.
Fuente: UNESCO
Más allá del conocimiento específico de las herramientas habituales en la educación digital, hay dos puntos fundamentales: contar con la infraestructura adecuada, tanto en apps y plataformas (Blackboard, Microsoft Teams, etcétera) como a nivel técnico (al disponer de unos servidores potentes para aguantar la carga de trabajo telemática que, por ejemplo, viene ahora, y disponer del ancho de banda necesario para conectarse). Pero, para alcanzar los objetivos formativos, hace falta también tener un profesorado lo suficientemente formado en el plano metodológico de impartición online, incluyendo el uso de los recursos técnicos.
Un objetivo que se consigue gracias a la colaboración entre profesores y entidades públicas y privadas, que estos días comparten a todos los niveles numerosas guías y webinars orientados a enseñar tanto a alumnos como profesores.
Bien conducida, la experiencia no tiene por qué desmerecer a la formación presencial. Las posibilidades que se abren con la enseñanza digital son numerosas: no solo puedes subir un documento y trabajar con los alumnos un caso práctico en directo, abordando la solución conjuntamente; también permite que todas las sesiones síncronas (en vivo) queden grabadas y a disposición del estudiante, en tanto y cuanto permanezca en los servidores de la universidad. Otra de sus ventajas es la capacidad de estas herramientas para integrarse unas con otras.
Decenas de instituciones tanto públicas como privadas ven en la continuidad de las clases a través de plataformas digitales una luz para no retrasar los cronogramas de los estudiantes y mantenerlos activos académicamente. Ahora la educación se traslada sin titubeos a los hogares, en los que se cumple la medida de aislamiento preventivo por la pandemia del coronavirus.
Sin embargo, también tenemos la otra cara de la moneda. La clausura de centros educativos acaba agravando las desigualdades porque las familias más ricas tienden a tener niveles más altos de educación y más recursos para llenar este vacío de aprendizaje y proporcionar actividades educativas alternativas a los niños que no pueden asistir a la escuela. Por otro lado, tiene impacto en la nutrición, ya que muchos menores dependen de la comida que se les proporciona en sus centros educativos. Asimismo, la falta de acceso a la tecnología o la buena conexión a Internet, especialmente para los estudiantes de las familias más empobrecidas, puede suponer un obstáculo a la hora de continuar el aprendizaje.
La organización de las Naciones Unidas insiste en la necesidad de que las medidas de los países no exacerben las desigualdades en el aprendizaje y reclama a los Gobiernos que la equidad sea el principio rector a la hora de planificar la respuesta al virus tanto en el plano educativo como en el resto de los ámbitos sociales. El tiempo dedicado al aprendizaje se interrumpe y se reduce, lo que termina afectando a los logros educativos de los estudiantes.
América Latina y el Caribe
La interrupción de las actividades en centros educativos tendrá efectos significativos en el aprendizaje, especialmente de los más vulnerables. Los centros educativos no están igual de digitalizados, incluso en un mismo país. Hay estudiantes sin recursos, con diversidad funcional, residentes en áreas geográficas sin cobertura.
Alrededor de 85 millones de niños y niñas de la región reciben un desayuno, un refrigerio o un almuerzo en la escuela (FAO/PMA, 2019). La suspensión de las clases tendrá un impacto más allá de la educación, en la nutrición, el cuidado y la participación de los padres (especialmente de las mujeres) en el mercado laboral.
Aunque se han hecho planes para promover el uso de dispositivos digitales en los sistemas educativos, muchas instituciones educativas no cuentan con la infraestructura de tecnologías digitales necesaria. Además, existen brechas en el acceso a las computadoras y a Internet en los hogares. Los procesos de enseñanza y aprendizaje a distancia no están garantizados.
Existen disparidades de acceso a los dispositivos digitales y a Internet de banda ancha entre las poblaciones urbanas y rurales, entre los sexos, entre las poblaciones que hablan o no el idioma oficial (español o portugués), y entre las poblaciones con y sin discapacidades.
América Latina se enfrenta a desafíos en la formación de los docentes en materia de TIC. Por ejemplo, en el Brasil en 2018, solo el 20% de los docentes participaron en un curso de educación continua para el uso de computadoras e Internet para la enseñanza. En cuanto al uso de Internet, el 16% informó que la utilizaba una o más veces al día; mientras que el 20% lo hacía una vez a la semana, y el 18% al menos una vez al mes (Comité Gestor de Internet en Brasil, 2019).
Por ello, no se trata solo de encontrar una fórmula online con herramientas adecuadas para ello, sino que tiene que ser, además, inclusiva.