La presencia del coronavirus COVID-19 en China ha provocado una contracción del 2% en la producción manufacturera del país durante el último mes y ha causado ya una pérdida estimada en 50.000 millones de dólares a la economía mundial. Estas cifras fueron reveladas en un estudio divulgado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).
El cierre de fábricas en China, que provoca problemas de suministro a pequeñas y grandes empresas, ha causado lo que en economía se conoce como un ‘shock’ de oferta. El país representa el 30% de la producción mundial de manufacturas, el 12% de las exportaciones totales y el 18% del gasto en turismo. La globalización ha situado al gigante asiático como la pieza fundamental en el funcionamiento de las complejas cadenas de suministros de las que depende la producción de empresas de todo el mundo.
Actualmente, cerca del 20% del comercio global de productos intermedios manufacturados se origina en China. En 2002, esa cifra alcanzaba el 4%. Su papel de proveedor de múltiples suministros para empresas en todo el mundo afecta irremediablemente las cadenas de valor regionales en Europa, América y Asia del Este. Los países en vías de desarrollo que dependen de la venta de materias primas han recibido también un golpe muy intenso.
Según las Naciones Unidas, esta epidemia provocará una recesión económica en distintos países y supondrá, al menos, pérdidas de 1.000 millones de dólares. Además, ha alertado que uno de los resultados esperados del brote del coronavirus será una desaceleración del 2,5% del crecimiento anual global y el costo de la crisis en el ingreso global podría llegar a 2 billones de dólares.
La UNCTAD calculó una caída inmediata de USD 50.000 millones en las exportaciones de diversos países y sectores. La Unión Europea, EE. UU. y Japón ocupan el podio y la maquinaria aparece como el sector más afectado. En este contexto, la calificadora de riesgo Moody’s recortó en 0,3% las proyecciones de crecimiento de las economías del G-20.
Por otra parte, un informe del Banco Asiático de Desarrollo (BAD) expone que, en la economía global, la magnitud de las pérdidas oscilará de los 77.000 millones hasta los 347.000 millones de dólares, entre el 0,1 y el 0,4 % del PIB mundial.
China puede ser el epicentro del virus, pero el número de países afectados aumenta cada día. Hasta el momento se registran en el mundo 167.449 personadas contagiadas, 6.440 fallecidas y 76.034 curadas. Ciudades, e incluso regiones, están siendo puestas en cuarentena en un intento de limitar la propagación de la enfermedad. La consiguiente desaceleración, y a veces parálisis, en un período de tiempo relativamente corto puede someter a las empresas a una grave presión.
En América Latina, al coronavirus hay que sumarle un crecimiento muy lento, el desplome de las monedas y la caída del precio del petróleo, la soja y otros commodities. Brasil, Chile y Colombia están entre los países más afectados por la devaluación de sus monedas en lo que va del año.
Goldman Sachs ya actualizó a la baja su perspectiva para las principales economías de la región: Brasil y Ecuador crecerán siete décimas menos (del 2,2% al 1,5% en el primer caso; del -0,3% a un deprimente -1% en el segundo); Perú, cinco décimas menos (del 3,3% pasa al 2,8%); y Colombia, cuatro (del 3,4% al 3%).
China ha sido el mayor exportador del mundo y una pieza clave de las cadenas de producción global a lo largo de las últimas dos décadas. Es un proveedor fundamental de bienes y componentes de automóviles, teléfonos celulares y equipo médico entre muchos otros productos. La súbita desaceleración de su actividad económica, debida a las medidas implementadas para la contención del coronavirus, coloca su producción en este momento en el nivel más bajo desde 2004.
La inesperada crisis sanitaria que vivimos actualmente ha dejado en papel mojado los pronósticos de crecimiento y ha venido a inyectar una presión adicional a la economía mundial con la disrupción en las cadenas de suministro. Muchas empresas, tratando de reducir su dependencia, están moviendo la producción a otros países, una tendencia que no es nueva, porque China ya no es tan barata como otros países asiáticos: Vietnam, Bangladesh. Sin embargo, la industria manufacturera global ha puesto de manifiesto el poder y alcance del gigante asiático que incluso las empresas que han desplazado la producción más allá del país no pueden librarse de las redes de suministro.
El fabricante de coches surcoreano Hyundai fue la primera empresa fuera de China en anunciar que la escasez de componentes le obligaba a paralizar la producción de sus fábricas locales. El sector tecnológico sufre un impacto similar, dado que China es el mayor fabricante de componentes electrónicos, con cerca del 30% de las exportaciones mundiales.
China también es el primer importador mundial de materias primas. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) prevé que en 2020 el crecimiento de la demanda mundial de petróleo será un 30% inferior de lo previsto, por lo que el aumento del consumo se limitará a 825 000 barriles al día, en lugar de 1,2 millones.
La reducción de la actividad industrial en China ha afectado también al mercado del cobre, del que el gigante asiático copa la mitad de la demanda mundial. La caída general de ventas ha provocado que los fabricantes chinos retrasen o directamente cancelen contratos con los suministradores de cobre de África y América Latina.
Los sectores relacionados con los viajes y el turismo han sufrido un duro golpe. Se espera que el sector de las aerolíneas perciba este año una pérdida de ingresos por un valor superior a los 26.000 millones de euros, debido a que se estima que la demanda de viajes de avión caerá por primera vez en últimos 11 años.
El envío de componentes desde China se ha interrumpido, dejando a las empresas incapaces de entregar mercancías a los consumidores. Sin dudas, se ha convertido en la central manufacturera mundial de muchos sectores. Al igual que la mariposa que agita sus alas y que puede desencadenar un huracán en cualquier otra parte del mundo, parte del valor añadido de las empresas mundiales depende de los proveedores y clientes chinos en las zonas donde la actividad se ha ralentizado considerablemente.
En un escenario moderado como el que se vislumbra en la actualidad, donde los comportamientos de precaución y restricciones como las prohibiciones de viaje comienzan a disminuir en China, pero aumentan en el resto del mundo, se estima que las pérdidas globales podrían alcanzar los 156.000 millones de dólares, lo que supone el 0,2% del Producto Interior Bruto (PIB) mundial. En ese caso, las pérdidas en China alcanzarían los 103.000 millones de dólares o el 0,8% de su PIB; mientras que el resto de los países de Asia en desarrollo perderían 22.000 millones de dólares, el 0,2% del PIB conjunto.
China es la factoría mundial, proveedora de 20% de los bienes intermedios que se comercian globalmente, gran abastecedor de piezas electrónicas, productos químicos, farmacéuticos y de transporte. Voraz demandante de alimentos y materias primas y “locomotora” del crecimiento mundial de las últimas décadas, al punto de que llevaba 44 años de crecimiento ininterrumpido.